Por Pablo Milani
La proyección en el mapa
Julia González
Peces de ciudad Ediciones
2017
“Sanar una experiencia del pasado es comprenderla”, así describe en su prólogo Cecilia Martínez Ruppel el poemario de Julia
González (Buenos Aires, 1978), La Proyección en el mapa. Un libro de poemas que conmueve de principio a fin. La
vida después de otras vidas que se dejan atrás, pero que mientras tanto se vive la misma, aquella que se podría haber vivido
y que en una parte recóndita todavía se vive. La de más acá, la que se intenta reconstruir después de que la otra
se rompió en mil pedazos y así y todo se insiste en remendar, entonces se empieza a escribir y La proyección en el mapa
es el testimonio de sueños perdidos y nuevos por venir, de un reconocimiento a todo lo que resiste.
De dos fuerzas que se debaten y luchan entre sí, una que quiere huir y la otra que intenta recomponer lo que acaba de ser
deshecho. Te llamo en la noche de tu guardia / que florece en el cielo / y no aquí donde yo vivo / no pertenezco a tu mundo
celeste / pero lo busco cada noche en los vuelos. Mientras tanto hay un corazón y un amor que sienten que todavía existe un
camino por recorrer después del dolor. La proyección en el mapa conlleva una palabra, proyección: un mecanismo de
defensa en la que los deseos inconscientes del pasado se reactivan y transfieren a una nueva constelación de relaciones
presentes. Pero aquí hay una proyección en el mapa, no necesariamente es un escape, sino un descubrimiento, un dejar ser
para reconstruirse nuevamente en otro sitio. Pisar otro suelo, dormir en otra cama, respirar otro aire, adentrase en otras
costumbres, remover la sal de un mar mezclándose entre los dedos. El amor está presente y la sanación transcurre como
parte de un todo. Hay que irse / lejos de la importancia / de la apariencia / la pretensión / y la sorna.
La proyección en el mapa es un paso instintivo y de esperanza hacia adelante. Entre Buenos Aires y México, entre el
derrumbe y la evolución. De qué libertad me salva este puente / todo lo que sé soy yo. Julia González deja su corazón en
cada página: Voy a preguntarle / cuando la vea / de dónde sacó ese color / que se forma en la ola alta / y trae la violencia
del medio del océano. Volver para reconocer y reconocerse, empezar a ver ese cielo y sentir que es el tuyo. Esa ciudad con
esas veredas siempre van a estar ahí para cuando se quiera o se necesite volver, volver de donde uno nunca se ha
ido. Pero a la vez es verdad, hay otros mares con otros cielos y un sol distinto que alumbra pero es extranjero, vivir en otro
país es una maestría del coraje. Pero también el amor tiene cara de niño y se convierte en poema. La felicidad es una
máquina del tiempo / llegás del colegio / un vaso enorme / de Nesquik en la mesa / sin tarea / con todas las horas / por
delante / estoy grabando todo dentro mío / donde estás / cada vez / que te volvés un niño. El poemario de Julia González
invita a la reflexión, pero no contemplativa, sino de animarse y habitar un espacio desconocido y sin miedo. Mi cuerpo no se
duplica / y nada explicó este / estar sola y lejos de todo. La proyección en el mapa trata sobre la pérdida y el sacrificio,
funciona como un antídoto contra todos los males de este mundo.